Siempre hemos dudado de la existencia del amor verdadero, pero no es que dudemos; es, más bien, una confusión de términos. Los seres humanos, siempre sumidos en vagancia e incluso en ignorancia, tendemos a designar a la misma persona de ''amor verdadero'', "el amor de mi vida" etcétera.
Sin embargo, nadie ostenta saber la magnitud de este precario error garrafal.
Porque, damas y caballeros, si siguen esperando "encontrar" a su "amor verdadero", se quedarán más solos que el envoltorio de chicle que un impertinente tiró el otro día en una esquina. Para empezar, el amor no se encuentra. No se busca. No aparece mágicamente como las hadas de los cuentos que os comieron la cabeza. El amor, como todo aquello que merece la pena, se construye. El amor que todo lo puede, que todo lo gana, que todo lo cura, ese amor no va a llegar a vuestras vidas y quedarse para siempre si no lo cuidáis. Una pelea no se arregla con un toque de varita. Así que si tienen ustedes la suerte de encontrar a una persona que verdaderamente les pueda, les gane, les cure, hagan el favor de no restarle importancia, como hacen con todo una vez que lo tienen en su poder.
Por otra banda, si van a llamar a alguien el "amor de mi vida", como mínimo asegúrense de que llevan una vida juntos, si no las palabras carecen de sentido. Esa persona con la que usted se siente en el cielo, con la que todo lo comparte... no es el amor de su vida por la sencilla razón de que no llevan una vida juntos. En cambio, si puede ser "el amor de mi ahora", "el amor de mi día a día"...
Créanme cuando les diga que he visto con "be" burradas con "v" y, sin embargo, son cosas como "él es mi príncipe azul" las que consiguen enervarme. Vamos a ver alma cándida, él no es un príncipe, es tu compañero de clase, un amigo, una persona que te cruzas por la calle. Él es el vagabundo de la estación de autobuses, el chino que trabaja en la cafetería de al lado de tu casa, el vecino de abajo. Él puede ser blanco, negro, marrón o amarillo... pero no es un puto papá pitufo.
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